Mujeres, Violencia Doméstica y Salud Mental
Datos sobre la violencia doméstica en Honduras y algunas reflexiones sobre el impacto en la salud mental de las mujeres.
**Artículo presentado a la Escuela Político Feminista (2019) del Centro de Derechos de Mujeres.**
Este artículo, es un análisis y busca ser una invitación para que, en conjunto, y sin olvidar nuestras diversidades y divergencias, podamos avanzar en el debate público sobre lo que condiciona nuestra calidad de vida como Mujeres.
Cuerpo y Mente: Territorio Político
Vivir en medio de un país violento, machista y patriarcal, que en el año 2018 reporto 380 casos de muerte violenta de mujeres, y donde la violencia estructural que también implica que; la dinámica social y cultural normaliza situaciones de violencia. El hablar y reflexionar sobre la salud mental de nosotras como individuas parecerá un tema de menor prioridad o importancia. Pero vedme aquí, escribiendo sobre el tema. Porque hablar desde lo que nos atraviesa, entendiendo que lo personal es también político, nos ayudará en el camino a (de)construir diferentes realidades.
En mis primeros años de infancia, fui testigo de como mi madre sufrió violencia doméstica, en consecuencia fui testigo del círculo vicioso de una relación toxica y manipuladora. Lo que me hizo detectar y aborrecer todo tipo de abuso de poder (en cualquier tipo de relación) a muy temprana edad. Durante mis estudios en la universidad ver que este comportamiento de abuso se replicaba también en los noviazgos de mis amigas, me hacía cuestionarme la famosa frase, que muchas veces escuchaba en mis amigas y familiares mujeres como justificación a las conductas violentas de sus parejas: “El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera”.
Vivir todo esto, me hizo reflexionar sobre nuestra crianza; crecemos normalizando que el amor duele, y que nuestro principal e importante éxito en la vida (como mujeres) es emparejarnos con un hombre, porque ¡Claro! la heteronorma no permite diversidad sexual. Así, terminamos sumergidas viviendo en una cultura de amor romántico toxico que también nos normaliza, nos reserva y limita a vivir en la violencia doméstica; que es la principal causa de muerte violenta para las mujeres.
Una vez leí que; la violencia doméstica es conocida como “el más democrático de todos los delitos”. Leer eso, me dio escalofríos. Me da miedo solo de saber que el lugar más peligroso para nosotras sea el propio hogar y que los agresores más frecuentes sean nuestras parejas, personas con quienes convivimos, que amamos y en los que confiamos.
Salud Mental: Una Dimensión de Relaciones Sociales
Partiendo de que manejamos un concepto muy pobre de la salud mental, entendida principalmente como la ausencia de trastornos psíquicos. Cuando en realidad, como señala Ignacio Martín Baró: “sano y normal será el individuo que no se vea aquejado por accesos paralizantes de angustia, que pueda desarrollar su trabajo cotidiano sin alucinar peligros o imaginar conspiraciones, que atienda a las exigencias de su vida familiar sin maltratar a sus hijos e hijas o sin someterse a la tiranía obnubilante del alcohol”.
Martín, también menciona que: se ha tendido a creer que la salud mental son las manifestaciones hacia fuera, sanas o insanas, respectivamente, de un funcionamiento propio del individuo, regido en forma esencial si no exclusiva por leyes internas. Pero en realidad, en términos más directos, la salud mental constituye una dimensión de las relaciones entre las personas y grupos más que un estado individual, aunque esa dimensión se enraíce de manera diferente en el organismo de cada uno de los individuos involucrados en esas relaciones, produciendo diversas manifestaciones («síntomas») y estados («síndromes»).
Entonces, si la salud o el trastorno mental son moldeados en parte y consecuencia de las relaciones sociales, la gran pregunta sobre la salud mental en las mujeres nos lleva a interrogarnos sobre el carácter específico de nuestras relaciones más comunes y significativas con “nuestras parejas”.
Así la salud mental no solo incumbe a nosotras como individuas, sino también a nuestras relaciones con los demás; la salud mental debe verse como un problema de relaciones sociales, interpersonales e intergrupales, que hará crisis, según los casos, en nosotras como individuas, en nuestro grupo familiar y en ultimo, en nuestra sociedad.
Violencia Doméstica en Honduras: Breve Análisis de Contexto
Según un estudio realizado por el Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres, en la Corte Suprema de Justicia de Honduras ingresa un promedio de 58 denuncias diarias por violencia doméstica.
En los últimos 10 años el promedio anual de denuncias de violencia doméstica que ingresan a la Corte Suprema de Justicia es de 20,523 casos. Según el Centro Electrónico de Documentación e Información Judicial (CEDIJ) en estos diez años se han ingresado 205,239 casos de violencia doméstica, de los cuales se han dado resolución a 198,310 casos de violencia doméstica.
Este alto número de resoluciones hace parecer que el sistema judicial cumple hasta cierto punto con su labor, sin embargo, no es así;
Las más de 205 mil denuncias que las mujeres interpusieron contra sus parejas por violencia doméstica en el país, ocurridas durante el período 2009–2018, el sistema judicial del cien por ciento de estas personas que denunciaron violencia doméstica solamente logro dar resolución al 28% (57,466) de los casos, de los cuales; el 22% (4,515 casos) realmente termino en resoluciones con lugar, es decir, favorables para las personas víctimas de violencia doméstica y el 6% con resoluciones que no tienen ningún tipo de beneficio para las mujeres violentadas.
En este mismo periodo de tiempo, el 72% de las resoluciones fueron caducadas; es decir: mujeres que denunciaron la violencia doméstica y no continuaron con el proceso judicial, por múltiples causas.
Estos datos sobre violencia domestica que sufrimos las mujeres son preocupantes, no solo por la magnitud de sus cifras, sino porque las acciones de impartición de justicia que el Estado hondureño realiza muestran una total inoperancia ante los hechos, que como resultado solo normaliza una cultura de violencia hacia las mujeres hondureñas.
Así, los hombres viven respaldados por un sistema que les da privilegios de dominación y que indirectamente les dice que esa violencia es “virilidad” y que no habrá castigo si nos llegan a violentar.
Violencia y Salud Mental: La mente y el cuerpo están relacionados
Catalina Ruiz señala que la mente solo puede existir en y desde un cuerpo, por lo tanto, lo que sufra la mente con el tiempo se verá reflejado en el cuerpo y viceversa. Así, nuestra salud (mental y física) coexiste en una delicada interdependencia del buen funcionamiento entre ambas.
La Ley Especial contra la Violencia Doméstica en Honduras define la Violencia Doméstica, como:
Todo patrón de conducta asociado a una situación de ejercicio desigual de poder que se manifieste en el uso de la violencia física, psicológica, patrimonial y/o económica y sexual.
y al Ejercicio desigual de poder, lo define como:
Toda conducta dirigida a afectar, comprometer o limitar el libre desenvolvimiento de la personalidad de la mujer por razones de género.
Por lo que vivir en una relación de abuso de poder (violencia doméstica), es como vivir en una montaña rusa emocional; son vueltas y caídas que generan constante ansiedad y miedo, que tensionan el cuerpo: interiorizando el estrés. Esto, puede dejar a las mujeres y las personas involucradas en el ambiente de violencia (hijxs y/o demás familiares): inseguras, inestables, tensionadas, agotadas, débiles e incapaces de funcionar en plenitud.
Estas montañas rusas emocionales terminan por dañar la salud psicológica de la mujer dando como resultado en enfermedades psicosomáticas en el cuerpo. Y cuanto más dure el ciclo de violencia, más se acostumbrará la mente y el cuerpo de la mujer a sobrellevar y justificar esas conductas llegando a un punto donde la mujer interioriza y normaliza el vivir en ese ambiente (por eso es normal ver comportamientos donde las mujeres no quieren denunciar a sus parejas abusivas).
Poco a poco la autoestima se debilita, se presenta la angustia emocional; como el llanto fácil, la incapacidad de disfrutar de momentos alegres y la fatiga, colapsando hasta en pensamientos suicidas.
Deconstruir el amor romántico y las violencias: un análisis personal
Se nos ha enseñado desde pequeña a decirle amor a algo muy distinto: la violencia. Y que la violencia solo puede manifestarse físicamente, cuando en realidad el maltrato se enraíza en una multiplicidad de formas en su mayoría invisibilizadas.
Debemos aprender a cuestionarnos: ¿Cómo podemos amar a alguien a quién le tenemos miedo (de que nos maltrate y humille en el momento que el/ella quiera)? o ¿Cómo alguien que ejerce violencia, puede amarme?
Tener en claro y enseñar a otres que una persona que ejerce violencia sobre otra, no ama. Tan simple y claro; porque la violencia no es sinónimo de amor.
Así, en este caminar por transformar nuestras relaciones y eliminar la violencia doméstica, a menudo invisibilizada. Reflexiono que, debemos:
DESENTRAÑAR LAS VIOLENCIAS que subyacen en la privacidad de nuestros hogares y relaciones. Sabiendo que el primer paso para afrontar el reto de la erradicación de la violencia de género es aprender a detectarla.
Y que en COLECTIVA es indispensable trabajemos por brindar mas acceso a la información, sensibilización y justicia a esta problemática que afecta la salud mental no solo de la mujer, sino de todos los integrantes de la familia involucrada en el mismo espacio.